lunes, 11 de agosto de 2008

pulsos culturales nuestros: NEOTANTRA

Particularmente los sincretismos del tantra en nuestra cultura, llamados neotantra, se logran por paralelos culturales que permiten nuestra asimilación de conceptos exotéricos pertenecientes a la visión védica.

Tomemos como ejemplo la concordancia de los relatos anímicos acerca de la “gracia” cristiana en la redención por medio del Espíritu Santo, con el rapto súbito de iluminación de la conciencia en los instantes de suspensión del ego, por efecto de la contemplación de la fenomenología energética.
O el concepto de suprema felicidad en el alegórico paraíso, donde se disfrutan de todos los placeres en el sin tiempo, contrastados con la felicidad pura de la unidad de la conciencia donde todos los gozos son posibles sin mancha de corrupción.
Otros conceptos estructurales son la unitariedad divina universal, y su concepción triádica.

No está demás señalar las coincidencias éticas entre cristianismo y tantrismo, esto es, en la igualdad de los hombres, la dignidad por igual del hombre y la mujer, la homogeneidad de la humanidad ante Dios, la realización de la trascendencia o el reino de los cielos en esta misma vida, y la buenaventura.

Otro soporte de nuestra cultura occidental hacia las ideas tántricas es dado por la concepción romana antigua del cuerpo, las actividades y el placer del vivir pragmático del cual somos herederos.
El pueblo romano exaltaba las actividades prácticas de la vida cotidiana hasta las alturas de transformarlas en dioses con personalidades definidas, a los cuales en cada hogar se rendía culto.
Esta deificación de las actividades productivas del ciudadano romano antiguo se conserva en la cultura occidental en la mística del sabedor de técnicas y profesión. Aquí es valorada la inmersión en el mundo para transformarlo y ser transformado por la experiencia. Es este compromiso y fusión de la experiencia en el mundo lo que el devoto shivaíta goza en su realización del asombro, de la vía inmediata fulgurante, tal como Shiva hace en su unión suprema con Shakti, metáforas devocionales del interjuego conciencia-fenomenología pura.

Como si fuera poco, también con las herencias bizantinas llegan a nosotros el acervo de humanismo, gozo estético y refinamiento del placer para la gloria y regocijo de la creatividad humana como bien en sí misma. El tantra considera que los sentidos y las funciones corporales existen para la realización total del hombre en la unidad de su conciencia y su experiencia, al igual que en el crisol de la identidad originaria del cosmos todo, y en el interior de la deidad misma.
Si nos remontamos a nuestra Edad Media veremos paralelismos entre los preceptos alquímicos y el tantra, donde la transformación de la materia (la experiencia corporal en el caso del tantra) busca en realidad ser soporte de la transformación del estado espiritual del maestro mediante la concentración en las manipulaciones fenoménicas, y las iniciaciones esotéricas por ritos de trascendencia espiritual.

Con estos legados culturales en nuestras mentes, no es extraña la incursión de nuestras vanguardias en la vivencia neotántrica seria, donde se hallan aguas de exotismo y liberalidad que impulsan a la renovación.
Pero insistamos suficientemente, es necesaria una decisión existencial firme que afecte la totalidad de la vida personal para comprender y vivenciar un poquitín, por pequeño que sea, del sistema esotérico tántrico.

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